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TERTULIAS CON FEDERICO. ENCUENTRO EN CALLE FERRAZ. OCTUBRE 1934.



Habíamos quedado en Calle Ferraz, en una de sus esquinas, en la de la izquierda, lo tenían como costumbre, muy cerca, vive María Teresa León y Rafael Alberti, en Marqués de Riscal, donde Carlos Morla, diplomático que trabaja en la Embajada Chilena, amigo de Federico, nos había citado y anunciado la visita de Pablo Neruda; Lorca, Hernández y Altolaguirre, eran asiduos y habían sido invitados.

Conocí a Federico hace dos años cuando llegué a Madrid destinado, acababa de sacar plaza por oposición en el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes y en un casual encuentro en el Museo del Prado, mis visitas eran frecuentes, luego supe que las suyas también. Ambos coincidimos contemplando Las Meninas de Velazquez, solos en la sala, con la sola presencia de un ujier de pelo blanco, gran porte y extremada y pulcra elegancia que tal estatua clásica, nos miraba sin parpadeo, embutido en un uniforme azul oscuro con botones dorados.

Nuestras miradas coincidieron en “los bobos”, y un comentario común sobre gustos, propició el suyo sobre ese: “cristo sombrío, con melenas en el rostro, al que encuentra como un hombre crucificado, sin esperanzas”.

Al salir me invitó acompañarle al Capitol, donde había quedado con Carlos Morla. Me pilla de camino, un cafetito en tan agradable compañía, yo estaba encantado.

Un Madrid tranquilo y el día soleado y luminoso nos invitaban a caminar despacio. Me hablaba de su infancia andaluza, de nuestra coincidencia en el tiempo, de los paisajes y de las callejas de casas blancas y amarillas, llenas de geranios floreciendo en macetas rojas y blancas y verdes y el frescor y sonido de las acequias de Fuentevaqueros, Pinos Puente y toda la Huerta de Granada. Pude ver enseguida que Federico era antes que nada, con devoción intensa, granadino y eso unido a mi pasión por la poesía, ya nos unía.

Estaba entusiasmado, desde aquel día había acudido a algunas tertulias en el Café Pombo y en la cervecería de Correos y mi relación con Federico iban descubriendo una personalidad llena de encanto y atractivo.

Federico era ante todo “amor”, amaba a la vida, a sus bellezas, a los animales, mas tarde he conocido que en su niñez, “le hablaba a las hormigas” y como le decíamos: a ti lo que te pasa es que amas a la “Humanidad”, tienes: “corazón de buen amigo” y sobre todo como decimos en Granada es que: eres “un cielo”.

Ya estábamos todos, María Teresa nos esperaba en su casa allí estarían ya Carlos Morla y Pablo Neruda, Manolito, así le llamamos todos, Altolaguirre, acababa de llegar, llegó como siempre: espigado, alegre, risueño, simpático. Nos conocíamos todos, no hacía falta presentación, nuestros encuentros en aquel Madrid donde recorríamos las calles y lugares de la bohemia se convertían en una necesidad diaria.

La breve distancia entre Ferraz y el portal grande, de puerta de madera vetusta de la casa de María Teresa, en Marques de Riscal, dieron pábulo a los últimos comentarios de la situación política que se había producido con la dimisión en “masa” del gobierno de Samper ante la retirada de Gil Robles de la “confianza”.
Federico, alzando su guitarra en una mano y unas libretas de notas, hizo su comentario de siempre: él era del "Partido de los pobres y los desamparados".

Al llegar supimos que Carlos y Pablo habían ido acompañados de Augusto DHalmar, fundador del imaginismo, con el que había tenido un encuentro pasajero no hacía mucho en el bar “La Pájara Pinta” y me había comentado la reciente publicación de su libro: “La Mancha de don Quijote”; quería conocer de su boca esos relatos de la región manchega y esta noticia me puso especialmente contento, eso y que Federico llevaba su guitarra, esa guitarra con la que solía alegrar siempre dispuesto. Esa guitarra que el decía:

“cuando yo me muera
enterradme con
mi guitarra en la arena”


Carlos se lo había pedido esta noche especialmente pues le había compuesto a Neruda unas romanzas inspiradas en un poema suyo y estaba muy ilusionado en oírlas. En un papel de servilleta del Café Pombo, el día anterior se las había hecho llegar:

“Quiero el final del día
Y una ventana negra
Y una ventana herida
Quiero un final de Luna
Con la Luna quebrada
Y una llave de lluvia.."

Antes de entrar al portal, Federico me miró y sonreía.
Se presentaba un día grande y una noche agradable……………………………………